CINE: Reseña / Transformers: el lado oscuro de la luna


Por Javier Pérez

Si se piensa en una película palomera, una buena opción es la tercera parte de Transformers: el lado oscuro de la luna (EU, 2011). Digamos que, de la saga, es en la que más se preocuparon por que tuviera un sustento argumental que, incluso, resulta verosímil (parece que les dolieron las críticas al inexistente argumento de la segunda parte): la carrera espacial desatada en los años sesenta por parte de Estados Unidos y la Unión Soviética se debió, según la imaginación (es un decir) de Ehren Kruger –tratando de sacudirse los pésimos resultados de guión de Transformes 2: la venganza de los caídos para regresar a los viejos tiempos de Terror en la calle Arlington (1998)–, a que ambos países detectaron la caída de una nave extraterrestre en, precisamente, el lado oscuro de la Luna.

Lo que ambas potencias vieron y recogieron se ha mantenido en secreto hasta que el malvado líder de los Decépticons, el ahora desvencijado y casi descerebrado (es literal, pues su cabeza está horadada y deja ver sus circuitos cerebrales) Megatrón tiene un plan para que la seguridad nacional de Estados Unidos, comandada por Mearing (Frances McDormand haciéndose la seria) recolecte las piezas junto con sus aliados Autobots y, de paso, traiga de la Luna la pieza fundamental del embrollo: Sentinel Prime, ex líder de los Autobots que guiaba la nave caída.

Transformers 3 intenta no ser una simple colección de escenas de acción aderezadas con impactantes efectos visuales. Trata, por el contrario, de construir una reflexión sobre la lealtad y la traición, sobre la honestidad, el amor incondicional, la heroicidad y la confianza.

Al realizador Michael Bay (director de las tres cintas además de películas como Armaggedon, Bad Boys 1 y 2 y Pearl Harbor) le queda grande ese paquete reflexivo al punto de inyectar la película con sendas dosis de aburrimiento, pero demuestra que lo suyo son las escenas de acción trepidantes. Los metalizados cuerpos de Decépticons y Autobots llenan la pantalla confundiéndose en el fragor de la batalla tridimensional por la conquista y defensa de la Tierra respectivamente. Sam Witwicky (Shia LaBeouf) sigue siendo el mismo chico inseguro en su vida cotidiana pero un héroe que a la hora de la batalla daría la vida por su planeta a cambio de nada.

Y está ese grupo de soldados –comandados, por el lado oficial, por Lennox (Josh Duhamel), y por el otro, por Epps (Tyrese Gibson )– que, tras haberse dispersado, vuelve a formar un batallón imbatible que ayuda incondicionalmente al chico en su desquiciada pero valiente misión de rescate de su nueva amada, la británica Carly, interpretada por la modelo de Victoria Secret, Rosie Huntington-Whiteley, sexi e inocente a la vez, que hace olvidar a la Megan Fox de las dos películas anteriores con solo un guiño.

El reparto se complementa con John Turturro, quien regresa en el papel del ex agente Simmons, ahora millonario; John Malkovich (Bruce Brazos), como un ejecutivo puntilloso, y Patrick Dempsey (Dylan), regodeándose en el cinismo de su personaje, un multimillonario aliado de los extraterrestres.

Y aunque Bay es capaz de crear una caótica atmósfera apocalíptica, en la que cuesta trabajo discernir quién es quién, deja cojeando un relato fílmico que podría dar para mucho más. Sin dosis de tragedia que pudieran enriquecer la trama, Transformers: el lado oscuro de la luna apunta más hacia un romance melodramático en medio de una guerra civil alienígena, donde la heroína, a pesar de caer de un edificio de cristal y rodar una y otra vez por el suelo, siempre luce impecable, que hacia un relato de ciencia ficción electrizante.

FOTO: CORTESÍA PARAMOUNT PICTURES MÉXICO

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