El secreto de sus ojos versus Secret in Their Eyes

Comparamos la versión original con la adaptación hollywoodense, titulada Secretos de una obsesión en México.

Por Javier Pérez

Fotogramas de Secretos de una obsesión (arriba)
y El secreto de sus ojos (abajo).


Ah qué los gringos, con ellos ni los latinos nos salvamos. No conformes con afectar a europeos y orientales adaptando sus películas, también ya le metieron mano a historias del cine del sur de su frontera, como es el caso de El secreto de sus ojos (2009), el filme argentino dirigido por Juan José Campanella que ganó el Oscar como mejor película extranjera en 2010 y cuya versión hollywoodense se estrenará el 11 de diciembre.

Secret in Their Eyes, que aquí en México conoceremos como Secretos de una obsesión por quién sabe qué artes ocultas de la traducción "interpretativa", tiene una estructura muy similar a la película de Campanella (quien aparece como productor ejecutivo en esta versión), aunque sí hay cambios sustanciales. La adaptación de la película de Campanella (que no de la novela de Eduardo Sacheri en la que se basó el cineasta argentino) fue encargada a Billy Ray, quien también dirige el filme. Como guionista, Ray ya había trabajado en The Hunger Games (2012) y Captain Phillips (2013). Y como director, debutó en 2003 con Shattered Glass, una gran película sobre el joven reportero timador Stephen Glass, y luego hizo Breach (2007), otra buena incursión como realizador ahora en un relato moral sobre espías, pero no había vuelto a dirigir desde entonces.

El primer cambio entre las dos películas es la diferencia que hay con las dos líneas temporales en las que se mueve la historia y en la época en la que se sitúan. El crimen brutal que la desata, la violación y asesinato de una joven en ambos casos, ocurre 25 años atrás en la película argentina, en 1974, justo en los años previos a la dictadura militar. En la versión estadounidense, por su parte, los flashbacks se remontan 13 años, para situar su pasado en la paranoia pos11 de septiembre, en 2002, y su presente en la época actual. Tiempos políticos difíciles para la impartición de justicia en ambos casos, un acierto en las dos.


Julia Roberts en Secretos de una obsesión.
Hasta ahí la cosa va bien, pero los cambios sustanciales empiezan desde el principio. Y no corren con la misma suerte [Alerta: no hay modo de hacer el comparativo sin arrojar algunos spoilers]. De entrada, el protagonista: en la película de Campanella, Benjamín Espósito (Ricardo Darín) se exilia en Jujuy y, tras su retiro, busca a quien fuera su jefa, Irene (Soledad Villamil), porque ya jubilado quiere escribir una novela sobre el caso que tanto le afectó. Y a partir de la lectura que hace Irene del borrador de la novela es que tenemos los flashbacks. En la película de Ray el protagonista también es un agente, Ray (Chiwetel Ejiofor), pero él simplemente desaparece y regresa porque ha visto en un video a quien identifica como responsable del crimen. Como ha prometido agarrarlo, siente la necesidad de volver y se presenta en la oficina de Claire (Nicole Kidman), su ex jefa que como Irene también es una abogada de familia acomodada.

El asesinato: en la película de Campanella, la joven esposa de Roberto Morales es asesinada y violada en su propia casa. En la de Ray, a quien encuentran, y no en su propia casa, es a la hija de Jess (Julia Roberts), compañera de Ray en el equipo de agentes. Ese cambio subraya el efecto dramático que ese crimen causa en el grupo de investigación que también integra Bumpy Willis (Dean Norris) y es un justificante para el obsesivo comportamiento de Ray al tratar de capturar al supuesto asesino, quien pide que se reabra el caso para ir tras el posible criminal. En la versión original, Espósito no persigue a nadie, sólo quiere aclarar sus recuerdos. Y por eso busca a Morales.

En el pasado de ambas películas persiguen y capturan al culpable. Espósito da con él gracias a que roba unas cartas de éste, llamado Isidoro Gómez, dirigidas a su madre en la que se hacen referencias a jugadores históricos del equipo de futbol Huracán. Quien descifra esto es su compañero alcohólico Sandoval (Guillermo Francella) gracias a otro borrachín que frecuenta el mismo bar que él. Ray da con él porque junto con Brumpy roban un cómic de la casa del criminal y en el lugar que solía frecuentar hay muchas referencias al beisbol. En ambos casos la captura ocurre en un estadio. De forma desangelada en la película hollywoodense; de forma magistral, falso plano secuencia de por medio, en la argentina.

Nicole Kidman en Secretos de una obsesión.
Morales, el viudo de la víctima, estaba obsesionado por encontrar al criminal, por lo que diario esperaba en diferentes terminales de tren. Cuando lo agarran y lo hacen confesar mediante un interrogatorio ilegal en el que Irene pone en duda su hombría, Morales queda satisfecho hasta que poco tiempo después, en una transmisión televisiva, lo localiza en un evento del gobierno y le llama a Espósito, quien se entera que trabaja como informante del gobierno. Ray y Claire también interrogan a su sospechoso y le sacan la confesión de la misma forma (quizá en la que sea la única escena mejor lograda de la versión hollywoodense), pero acá el muchacho no va a la cárcel: es un informante del gobierno en busca de posibles terroristas.

La obsesión de Morales, en la película de Campanella, es casi desgarradora. El dolor por la pérdida es casi palpable. El de Jess, en cambio, se antoja efectista. Julia Roberts no usa maquillaje y emplea unos lentes de contacto para que su mirada parezca perdida; viste ropa grande y se ve desaliñada. El dolor está en cómo se ve y no en lo que transmite.

El secreto de sus ojos: en la película de Campanella, es obvio que Benjamín e Irene no sólo se atraen, sino que se aman. Hay en la mirada de ella un grito ahogado que únicamente espera la declaración de él. Eso sostiene la película a pesar de que al final raye en lo cursi. En la película de Ray la química entre Chiwetel y Nicole prácticamente no existe; no es este amor no declarado lo que sostiene la película, sino el crimen y la persecución del asesino (tanto así que aquí en México mejor la retitularon por ese camino).

El castigo: lo que hace Morales tiene un cariz tenebroso (como lo tiene la escena del elevador) por el sentido de justicia retorcido provocado por el sistema de justicia. En cambio, lo de Jess se asocia más con la venganza y la redención (como ocurre en la escena del elevador).


Francamente resulta inexplicable la necesidad de refriteos que hay en Hollywood. Se habla de falta de buenas historias. Tal vez. La mayoría de los llamados remakes son inútiles: o bien prácticamente son calcas al estilo The Ring o bien no aportan mucho más que las versiones originales e incluso acaban suavizándolas al estilo Old boy. O de plano caen en el extremo de Secret in Their Eyes, que al final no se decide ni por el drama ni por el thriller. Se desentiende de las emociones que tan bien le funcionaron a Campanella y opta por tratar de sorprender al espectador con el simple efectismo de un final truculento. Todo lo demás queda sin resolver, pero no a la manera de las buenas historias en las que uno puede atar cabos, sino como si no se hubiera decidido por hacerlo bien.

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