RESEÑA: Retrato de la discriminación


Por Javier Pérez

La comedia no está peleada con la banalidad ni la intrascendencia. Es más: si se le permite, puede ser tan contundente en su discurso como cualquier otro género que presuma mayor seriedad. No puede ser de otra forma en el caso de Gorda, original del estadounidense Neil Labute pero presentada en el Teatro Fernando Soler en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino adaptada a México por Claudia Romero.

Dirigida por el argentino Daniel Veronese (uno de los directores teatrales más importantes de su país), la obra cae como balde de agua fría con un final contundente y conmovedor que contrapuntea la aparente ligereza (nunca es tal) con que se construye el discurso sobre la discriminación que mueve la historia.

Teniendo como protagonista a una magnífica Mireia Gubianas (Helena), actriz barcelonesa que hizo el mismo papel en las versiones argentina y española, la puesta en escena tiene más de una virtud. En primer lugar, el ensamble de los cuatro actores que aparecen en escena: Lourdes Reyes (Juana), Héctor Suárez Gomís (Tomi), Juan Carlos Barreto (Dani) y desde luego la ya mencionada Gubianas. Otra es la dirección: el trabajo de Veronese se nota, pero Rina Rajlevsky quedó como directora residente. Y una más de las virtudes de la obra es el soporte técnico (escenografía e iluminación, principalmente).

Tomi es un ejecutivo exitoso, mujeriego e incapaz de tomar en serio una relación. Sin embargo, queda prendido de la inteligencia, humor y sensualidad que desborda Helena, una mujer con más de 30 kilos de sobrepeso a quien conoce en un restorán. Consciente de sus sentimientos, pero incapaz de soportar la discriminación social –de la que él mismo es partícipe–, en este caso hacia la gorda del título –pero podría ser hacia cualquiera–, va derrumbándose en una pugna interna entre la aceptación y la tolerancia que le dificulta la existencia y le complica las jornadas en el trabajo.

Por un lado es libre de expresar su amor y pasión a Helena, siempre y cuando estén encerrados en la habitación de un hotel o resguardados en el fondo de un restorán sin clientela. Pero por otro, y aunque reconoce su enamoramiento, es incapaz de integrarla a su vida social. Es más, el asunto se complica con Juana, una atractiva chica de contabilidad en la empresa que él labora con la que mantenía algo parecido a un romance (interacción que desata momentos hilarantes con los que más de uno se identifica).

Su castrante amigo Dani, lleno de una verborrea procaz saturada de lugares burlescamente comunes (Barreto mantiene entretenida a la audiencia con una actuación exagerada pero funcional para la obra), desencadena varias de las situaciones más complicadas para Tomi al desnudarle a una sociedad cruel hacia lo diferente.

Sobre las tablas, Suárez Gomís y Gubianas derrochan química. Su interacción es tan natural que el enamoramiento se da por sentado. Incluso las dubitaciones de él y la entrega total y absoluta de ella (“si quieres me hago una liposucción”) resultan como extraídas de una pareja real. Además, la explosividad con la que ambos se desenvuelven, en unos papeles que requieren gran concentración por la mezcla de sentimientos que tienen, además de la cantidad de diálogo que conllevan, mantiene en zozobra al espectador, quien espera un happy end que le es negado.

Hay que destacar el diseño de escenografía de Alberto Negrín, quien transforma sus escenarios con un cambio en la disposición del mobiliario o apoyándose en una estructura que gira y que permite la continuidad en los cambios de escena. Asimismo, Adriana Beatty realizó un trabajo de iluminación bastante aceptable.

El conjunto de Gorda tiene el sello de su director, el argentino Veronese, pues como él declaró en el diario El Financiero: “Lo que me interesa es que la obra atrape al espectador y que lo saque distinto a como entró. Ya que vienen al teatro, que sientan que no perdieron el tiempo, que no digan: ‘no voy más al teatro’. Es la forma de no perder público, no sé si ganarlo, pero por lo menos creo que si la gente sigue viniendo es porque el teatro es todavía muy importante”.


Teatro Fernando Soler. Velázquez de León 31, San Rafael (entre Alfonso Herrera y Joaquín García Icazbalceta). Tels. 5535 5424 - 5207 1498. $450 planta baja, $400.00 balcón. Jue, 20:00 horas; vie, 19 y 21:30; sá, 18 y 20:30; do, 17:30 y 19:30

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