La mujer justa

Juan Carlos Colombo, Verónica Langer y Marina de Tavira

La mujer justa no es sobre la justicia y la razón a la que de inmediato nos remitiría el adjetivo. O quizá sí. Y es que el adjetivo acá tiene más que ver con lo exacto, lo preciso. O quizá no. Como toda buena obra, y el texto original del húngaro Sándor Márai lo es, no hay una respuesta –valga la redundancia– justa, sino un abanico de posibilidades abierto a la interpretación del espectador.

Verónica Langer
Gracias al tesón de la actriz Verónica Langer (productora de este proyecto), quien vio la obra montada en Argentina y no descansó hasta ponerla en México, La mujer justa se presenta en la sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque bajo la dirección del inquietísimo y talentosísimo director de Teatro UNAM, Enrique Singer, en una versión de Hugo Urquijo y Graciela Dufau.

Hay cinco actores en escena que prácticamente monologan sus líneas con una sutil interacción (o no tan sutil). A veces apenas un gesto de sorpresa por parte del aludido que funciona para matizar, con dosis de ironía o humor según el caso, la opresividad de la historia. Porque lo que se atestigua en escena son historias de amor (de María y de Peter) volcadas al fracaso por un exceso de amor de una de las partes. Un exceso que oprime en una alusión más o menos clara a los regímenes totalitarios como el que censuró a Márai.

En La mujer justa, ubicada en un lapso temporal previo, durante y después de la Segunda Guerra Mundial en Hungría, se nota ya el desencanto del autor. Por la vida, por el destino, por ese sentido de lo justo que lo mismo tiene que ver con la justicia que con lo preciso (la justicia que es para uno, esa por la que le pregunta el campesino al guardián en "Ante la ley" de Kafka).


Con una escenografía austera, prácticamente en penumbras (magnífica elección de Víctor Zapatero), con los actores vestidos en negro, como si estuvieran en luto permanente (vestuario de Carlo Demichelis), la propuesta de Singer es sólida en cuanto a que enfatiza en el desencanto y la opresión, sin olvidarse de distensar y tensar los hilos narrativos cuando es conveniente. Y en eso le ayudan sus actores. Langer, en el papel de María, tiene la capacidad suficiente para expresar su sufrimiento con sarcasmo pero sin autocomplacencia. Marina de Tavira, como Judith, primero parece una mujer sumisa y moldeable pero luego muestra su lado frío y calculador que le ha permitido sobrevivir. Tina Fench, como la madre, tiene intervenciones precisas.

Marina de Tavira

Y Juan Carlos Colombo, como Peter, un burgués en busca de la mujer justa, muestra, sin necesidad de desbarrancarse en el melodrama, el abatimiento de un hombre devorado por sus confines. Quizá Héctor Holten parezca el más flojo de todos los personajes, a pesar de representar la sutil voz autoral como Lazar.

Pero hay algo más que apoya a la obra: esas notas de piano cortesía de Antonio Fernández Ros que como leitmotiv se quedan rondando en la cabeza.

Por Javier Pérez

La mujer justa se presenta en la sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque (Reforma y Campo Marte), del 16 de abril al 1 de junio de 2015, jueves y viernes 20 h, sábado 19 h y domingo 18 h, $150. Fotos: cortesía.

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