Crítica Hombres al agua
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Fotos: cortesía Cine Caníbal |
Por Javier Pérez
La historia, dirigida por Gilles Lellouche, es una comedia de fórmula que a pesar de las limitaciones impuestas por eso mismo se las arregla para salir bien parada. En ese sentido, Lellouche consigue que sus actores den si no actuaciones sobresalientes, sí bastante efectivas, como es el caso de Mathieu Amalric, Guillaume Canet y Jean-Hughes Anglade, actores consumados en su país. Y no le falta ningún elemento de los filmes deportivos en los que un equipo poco sobresaliente acaba por convertirse en el caballo negro que acalla los dichos sobre su mediocridad.
Y es que estos cuarentones no solo tienen enfrente problemas tan graves como la quiebra de una empresa o el abandono de su familia, sino que además tienen en contra los estereotipos y la sorna que les dedican quienes los juzgan por hacer nado sincronizado, un deporte para nada identificado con hombres y mucho menos maduros. Y es que, además, ninguno de ellos tiene una figura atlética. Son hombres comunes cargados de problemas, ineficaces para moverse en sociedad pero que gracias al trabajo en equipo (un trabajo que además les inyecta la vitalidad que únicamente la ilusión puede dar) vuelven a sentirse funcionales y, sobre todo, dejan de considerarse invisibles.

Además de abordar el tema de la crisis de la edad, del éxito y el fracaso, los problemas familiares y los estereotipos, Hombres al agua es indudablemente una historia sobre las segundas oportunidades. No solo de los hombres que afrontan la posibilidad de al fin hacer algo con sus vidas, sino de la entrenadora que, tras una lesión, ha encontrado en el espíritu de lucha de estos señores un cauce para retomar su carrera en un punto inimaginable e igual de enriquecedor para ella.
Y aunque la trama parece disparatada se supone que está basada en un hecho real ocurrido en Suecia. Y Lellouche pone las dosis precisas de humor para no caer en ridiculizaciones innecesarias, sino en puntillosos comentarios sobre la condición de una sociedad que a cierta edad limita las oportunidades, que exacerba el aislamiento y las crisis existenciales.
El mensaje es positivo y Lellouche consigue un filme entretenido y conmovedor sin caer en excesos pero limitado por una fórmula reiteradamente utilizada.
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