ENTREVISTA: Una obra sin definiciones

Palabras encadenadas muestra los momentos esquizofrénicos a los que llega una pareja contemporánea.

Por Julieta Sánchez Quiroz

A través de la irrealidad y el manejo de los escenarios y artificios, Palabras encadenadas, obra del dramaturgo catalán Jordi Galcerán montada en el Teatro Helénico bajo la dirección de Alejandro Aragón, trata un tema fundamental: lo subjetivo a partir de la experiencia única de cada quien, en este caso la relación límite de una ex pareja.

Tortura y maltrato psicológico es el juego que se crea en esta puesta en escena (donde comparten actuaciones Juan Carlos Bonet, Yolanda Ventura, María Rebeca y el propio Aragón) convirtiéndolo en un ejercicio lúdico de palabras, expone en entrevista el director del montaje.

-¿Qué ventajas le permite ser actor alternante al mismo tiempo que director?
-Es una obra que tenía muchas ganas de actuar pero no encontré a nadie en quién confiar, por la propuesta de la obra, y no me sentía seguro. Así que la tuve que hacer y conseguimos una especie de química de taller: aunque tenía muy claro lo que quería hacer con la obra, me ayudó mucho compartir todas las experimentaciones, improvisaciones y trabajo de mesa con los actores, así que me sirvió para encontrar el camino de cómo montarla.

-En Palabras encadenadas toca temas de violencia actual, como el secuestro y el asesinato, ¿por qué hacerlo así?
-Como temas del día, solamente. Cuando hablas de secuestro y asesinato, hablas de artificios; cuando hablas de cosas reales de la obra, estás hablando de la tortura, del maltrato psicológico que infringe el uno al otro, cómo hombre y mujer son víctimas y victimarios de lo mismo, como en todas las parejas. De hecho, la vida en pareja determina una serie de cosas de valor y autoestima, te hace ver todo como en un espejo. Creo que ése es el gran ejercicio de la obra: no solamente el secuestro y el asesinato simulados; que obviamente en este caso son así.

-¿Qué efectos consigue la ambigüedad entre víctima y victimario y qué significa la verdad?
-La única verdad absoluta que tiene la obra es el mundo de la irrealidad, donde tenemos nuestra versión personal de todo: de cómo es su vida en pareja, de lo que pasó, de lo que va a suceder, de tu óptica en cuanto a cómo ha vivido. Lo único real y sustentable, y que puedes decir que sí pasó, es que son personas jugando, peleando o tratando de imponer una verdad subjetiva; no sabes si esta obra termina en verdad asesinándola o si simplemente es una simulación y después ambos se levantan y dicen ‘vamos por los niños a la escuela’. Es una vida tan única, tan privada, donde cada día juegas un rol diferente que cambia como los momentos. Ése es el verdadero estudio de la obra. Se habla de un asesinato, vemos que la mata, pero el texto no dice que la mata. Lo que realmente importa es cómo sufre el personaje varón, es una víctima, y cómo después ella es la víctima y él el torturador, violento, drogadicto y pervertido sexual, que a lo mejor ninguna de esas cosas es cierta y sólo es algo de lo que están hablando.

-La obra es, digamos, la exploración de las relaciones de pareja llevadas al límite, ¿es parte de la contemporaneidad?
-Es lo más contemporáneo que he visto, nunca había visto que un señor realmente se volteara a ver a la pareja, de una manera tan realmente esquizofrénica, como somos todos. Creo que en el mundo de la pareja, esta dispersión tan particular de nuestras realidades, es lo que determina el que sobreviva o no como tal: jugar en tantos roles, donde a veces pasas del peor enemigo al mejor amigo. Este autor lo que hizo fue abrirlo en canal a través de una dinamita que es un gran juego, el de las palabras encadenadas, y quién se supone que sobrevive. Finalmente, ése es el mundo de la pareja: una gran conversación y una gran apuesta de postura de vida. Ningún otro autor, ni contemporáneo ni anterior, había explorado de esa forma a la pareja.

-¿Eso le llamó la atención de la obra?
-Las palabras, cada palabra que se dice en la obra, constituye una oración brillante e inteligente. Aquí no se habla como en la vida real, en ella no construyes así, sino que es un texto muy bello y eso fue lo que me llamó bastante la atención. Además está la situación de la obra, quiero decir las circunstancias y la relación de fuerzas que tienen los personajes. Para mí resultó muy importante cómo construir esas oraciones.

-En cuanto a la escenografía, ¿corresponde a un mandato del texto o usted la eligió?
-Necesitaba que la obra dejara de ser aparentemente realista. Imaginas a alguien secuestrado en una covacha sucia o en una casa de seguridad, pero no en un lugar como en el que se está desarrollando esta diatriba entre los personajes. Lo importante es que no esté definido, o sea, no se sabe si es el sótano o el basamento de una casa, un cuarto de un hospital para enfermos mentales; planeamos algo neutro, que no dijera claramente lo que es. Es una necesidad para mí en la obra.

-¿Qué tan difícil es no caer en excesos a la hora de desarrollar tantas vueltas de tuerca?
-Casi nadie ha leído a Jordi Galcerán, sus textos provocan juicios que nos van a dar elementos para llegar a la comunicación, rompiendo con los convencionalismos. Te da una serie de elementos, rompe las narraciones y para ti como espectador es un ejercicio. Es la más brillante recurrencia.

-¿A qué responde la utilización del video?
-Se dio por una cuestión de ver todo a través de un monitor, es un recurso, un “aparato feo”; se desplaza la gran pantalla para darle teatralidad.



Palabras encadenadas se presenta en el Teatro Helénico (Avenida Revolución1500, San Ángel Inn). Hasta el 8 de septiembre. Ma, 20:30 h. Boletos en taquilla y sistema Ticketmaster. $200.

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