“Duna: parte dos”: ¿es realmente un blockbuster majestuoso?

Timothée Chalamet en una escena de Duna: parte 2. Foto: cortesía Warner Bros.

Por Javier Pérez 

Nadie puede dudar de que Duna: parte dos es una película monumental cuya magnanimidad radica en su puesta en escena. Locaciones espectaculares, un sello autoral innegable que rinde homenaje a los clásicos de la epopeya fílmica, cuidadosa edición sonora, efectos visuales impecables y batallas épicas ejecutadas con brillantez son el ejemplo de tal afirmación.

Lo que se ve y escucha es simplemente digno del blockbuster más esperado en mucho tiempo, que no escatima en la acción a gran escala sin perder la elegancia a pesar de la brutalidad de algunas escenas. 

Denis Villeneuve, el director, contó con los recursos y el tiempo para adaptar la novela Dune, de Frank Herbert. Respetó esencialmente la estructura y la historia de lo que hoy es un libro de culto al punto de que se permitió llevar a la pantalla las más de 600 páginas de la primera de seis novelas en un proyecto fílmico que rebasa las cinco horas y media en dos películas. Esta segunda parte casi alcanza las tres horas.

El desolador desierto del planeta Arrakis, los pequeños detalles de la vida oculta de los fremen que acogen al héroe (interpretado por un Timothée Chalamet en piloto automático), el homenaje a los caídos en ese río prístino y mí(s)tico o esas secuencias del combate cumpleañero en blanco y negro o de la toma de la bebida mortal que da cuenta de la historia de sufrimiento de un pueblo son elementos que aportan no solo a la narrativa audiovisual sino a vetas profundas de la trama.

Escena de Duna: parte 2. Foto: cortesía Warner Bros.

Sin embargo, el décimo segundo largometraje del francocanadiense Denis Villeneuve desarrolla pobremente la clásica historia del héroe renuente que debe aceptar su inevitable destino para salvar, en este caso, al universo. 

El desconcierto que embarga a Paul Atreides, el joven cuyo padre debía gobernar el planeta al que es enviado pero que pronto sufre un golpe de los harrokenn, y su posterior transformación se vislumbra apenas con un cambio de voz: de susurrante desconfianza a vociferante seguridad.

Timothée Chalamet no consigue transmitir el cambio de su motivación vindicativa a la aceptación de su mesiánico papel libertario. Su personaje, acartonado, carece de profundidad como si se limitara a seguir el guion con gesto de seriedad absoluta. Y la historia romántica con la guerrera Chani (Zendaya) se desarrolla sin apasionamiento y se resuelve en términos más bien melodramáticos a pesar de la buena química de la pareja en pantalla.

Pero casi todos los personajes sufren de falta de tridimensionalidad, por lo que parece que tanta parafernalia audiovisual mantuvo la atención de Villeneuve enfocada en el derroche técnico en el que no hay ni un pero que ponerle. 

Austin Butler en una escena de Duna: parte dos. Foto: cortesía Warner Bros.

La fotografía de Greig Fraser, por ejemplo, explora derroteros que van del uso de la tremenda visión panorámica de parajes desérticos para dar cuenta de la desoladora realidad del héroe y su madre al efectivo uso del closeup para transmitir algo de lo que los actores no consiguieron del todo. La solvencia de este trabajo, que incluye una edición y un diseño de producción cuidadosamente ejecutados, permite que Duna: parte dos destaque a pesar de que cada actor da lo suyo sin mucho más. 

Ni Rebecca Ferguson en el papel de la bruja bene gesserit Jessica ni Javier Bardem como el guerrero fremen Stilgar, fervoroso creyente de la leyenda del mesías que aludiría al Muad’Dib, ni Josh Brolin como el mentor Gurney Halleck consiguen ir más allá.

Austin Butler, en cambio, transmite las motivaciones de su personaje Feyd-Rautha, antagonista de Paul, con pequeños gestos, miradas e inflexiones de voz que, a la par que su irreconocible transformación física, dan cuenta de su malevolencia. También Florence Pugh, recién incorporada a la saga de la que ya se rumora una tercera parte, entrega una actuación si no sobresaliente sí por lo menos con más matices que las de sus compañeros. 

El reparto, ni duda cabe, ha ayudado a que Duna haya despertado tal interés. Y para muestra ha estado la gira mundial de promoción iniciada en México hace prácticamente un mes. 

Duna: parte dos ya está en salas de cine. La experiencia es mejor en la pantalla más grande posible. 


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