Arturo Ripstein habló de su vocación como cineasta en charla en el GIFF

Arturo Ripstein. Foto: cortesía GIFF

Por Julieta Sánchez

Arturo Ripstein hizo un flashback a su trayectoria de 59 años como director, productor y guionista. De sombrero y chaqueta oscura, Arturo Ripstein separó su mano derecha de su bastón para responder a mi saludo. El cineasta de 80 años lucía plácido e impaciente sentado en una de las bancas del segundo piso del Centro Cultural Nigromante en San Miguel de Allende, previo a su charla con motivo del homenaje que recibió en la vigesimoséptima edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF)

El director, productor y guionista, uno de los referentes del cine mexicano, sostuvo una charla en el Auditorio Miguel Malo, moderada por el también cineasta Roberto Fiesco, en la que habló de su primer acercamiento con el cine, como hijo del productor Gabriel Ripstein. Al responder a la primera pregunta de la charla, se disculpó por utilizar el teléfono, pero explicó que es sordo: “todos los aparatos que tengo adentro (señaló sus oídos) los controla el teléfono, como nos maneja a todos”. Habló de tener la fortuna de haber tenido una familia cinematográfica y primero pensó que solo existían las películas de su padre. Arturo Ripstein fue a los rodajes desde los 3 años, pero Nazarín (Luis Buñuel, 1959) le despertó su interés por la realización del cine.

De hecho, contó que al tocar la puerta a Luis Buñuel, primero se la cerró en las narices y después le abrió y lo invitó a pasar. Buñuel tenía un proyector de cine y le puso su cortometraje Un perro andaluz (1929). “Fue entrar en otra dimensión, sin la menor duda, y sigue siendo, a tantísimos años de distancia, cien años de distancia casi, una película paralizante, tremenda. Yo me quedé justo igual como me había quedado en la salida, inmóvil. Terminó la película y me dijo: ‘espérate un momento’. Entonces, sin moverme, cogió el rollo, lo puso en su proyectorcito, arrancó y era otra vez Un perro andaluz, entonces, no contento con aterrorizarme una vez, decidió hacerlo dos, y lo logró. Me dijo: ‘esto es lo que yo hago, ¿tú lo quieres hacer?’”. Arturo respondió “más que nunca”. “En ese momento se empezó a confirmar mi vocación”.

Arturo Ripstein y Roberto Fiesco. Foto: cortesía GIFF

Aunque ahí no empezó su carrera. Arturo le dijo a su padre que quería ser cineasta y este le dijo que tenía que estudiar una carrera, como Derecho. No pudo con esta y se fue a estudiar Historia en el Colegio de México, pero lo expulsaron porque él se pagaba la escuela y organizó una huelga en oposición a que enviaran sus calificaciones a su padre.

Después, se impuso ante su padre y ya tenía listo un guion junto a Gabriel García Márquez, entonces un escritor desconocido que había llegado desde Colombia. 

La primera película fue Tiempo de morir (1965). Cincuenta y nueve años después ha realizado 30 largometrajes, “los 10 títulos que componen el 'Decálogo personal (de y sobre) Arturo Ripstein' son: El castillo de la pureza, El lugar sin límites, El imperio de la fortuna, La mujer del puerto, Profundo carmesí, El evangelio de las maravillas, Así es la vida…, Las razones del corazón, La calle de la amargura y El diablo entre las piernas”, se lee en el informe del GIFF.

El cine de Ripstein se caracteriza por exponer la naturaleza humana, principalmente en las clases paupérrimas, y fue el primer cineasta mexicano en filmar un beso homosexual en el cine nacional en aquella escena entre los personajes de Gonzalo Vega y Roberto Cobo de El lugar sin límites.

Además, uno de sus sellos era filmar en blanco y negro. “Fui a ver películas desde muy chiquito, y estaba viendo los estudios, y prácticamente todo era blanco y negro. Entonces, yo empecé a amar con locura un país en blanco y negro, y a odiarlo con locura en blanco y negro. Entonces, a mí todo me llamaba por los ojos, yo hago cine a partir del miedo y de lo que me mueve las tripas y mi corazón. Entonces, esto siempre estuvo permeado por blanco y negro, no voy de ninguna manera en contra del color, ni del colorario. Yo conseguí mi carrera prácticamente todo en blanco y negro, no pude hacerlo por una serie de razones que existen para impedir esto, pero salgo tres, dos, tres o cuatro películas que pensé en colores, lo demás siempre he pensado en blanco y negro. Y el blanco y negro es de una belleza asombrosa, lo pueden haber visto ustedes. Picasso decía que el color debilita, y Picasso sabía de lo que hablaba: la obra de blanco y negro de Picasso es gigantesca”. 


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