Entrevista con Angélica Rogel por la puesta en escena de Bodas de Sangre, de Lorca, en el Foro Shakespeare

Escena de la obra. Foto: Mariana Rodríguez Aguilera / cortesía
Por Javier Pérez

Hay apenas tres sillas, dos tarimas, dos rectángulos de madera que parecen mesas, un par de botas, un sombrero, tres madejas de estambre. Y antes de que se dé la tercera llamada, los actores ya están ahí. Y entonces se apodera del ambiente el típico requinteo de un corrido. Las palabras de Federico García Lorca tendrán canciones a ritmo de corrido tumbado. Así es esta Bodas de sangre que se presenta en el Foro Shakespeare bajo la dirección de Angélica Rogel, quien la ha adaptado para que suceda en un solo acto situando la ubicación en el norte de México.

La obra de teatro, escrita combinando verso y prosa en 1931 por el autor español, y primera de las tres llamadas “tragedias rurales”, se sitúa originalmente en un pueblo andaluz. Pero Rogel la ha trasladado a una aparente contemporaneidad que también podría no serlo. 

Las palabras de Lorca, dice Rogel, siguen vigentes por su fuerza y siguen haciendo bastante eco. “Y también está la historia, que sobre todo me parece fundamental, y más en los tiempos que corren –dice en entrevista–. Hay una parte de la obra, una frase en especial, que dice: el mundo es grande, todos pueden vivir en él. Y me parece fundamental seguir diciéndolo, o sea, seguir contando una historia así, donde podamos al final decir: “¿por qué estas personas no pueden hacer con su vida lo que quieran siempre y cuando no le hagan daño a otros?”. Creo que Lorca pone algo sobre la mesa, que en Bodas de sangre no solo son el destino de esas bodas, que no terminan bien, sino también de la herencia y de lo que vamos heredando a nuestros hijos, hijas, lo que creemos que tenemos que hacer, lo que creemos que debemos hacer, y lo que queremos hacer. Y creo que la vida es corta para hacer lo que queremos siempre y cuando no dañemos a un tercero”. 

Búsquedas y hallazgos en Lorca

Ángeles Cruz en una escena de la obra. Foto: Mariana Rodríguez Aguilera / cortesía

Rogel buscaba fundamentalmente dos cosas con sus actores para este montaje: una actriz que hiciera a la madre con la fuerza de una actriz madura y un elenco joven que pudiera reflejar la fuerza de la juventud de Lorca. “A Lorca lo matan muy joven, es una voz poderosísima pero también una voz joven y los textos que escribe me recuerdan esa juventud. Entonces buscábamos que fuera un elenco joven, capitaneado por una actriz ya con más tablas y mayor madurez en todos los sentidos, y eso es lo que tiene este elenco. Entonces está Ángeles Cruz, que es una tremenda actriz, como cabeza de elenco”. 

Ángeles Cruz tiene una trayectoria artística de 30 años en la que ha combinado la actuación con la dirección. Inició como actriz y ha participado en más de 50 producciones, tanto en cine como en televisión. En teatro su carrera tiene una solidez incuestionable. Y en Bodas de sangre eso es evidente.

“También al ser una obra que cuenta con un Efiartes, hay un límite de dinero, digámoslo con todas sus letras. Esta es una obra para el doble de actores y actrices y se resuelve con la mitad”. Además de Ángeles Cruz, hay otros siete actores, seis de ellos muy jóvenes, que interpretan dos, tres o más personajes. 

Escena de la obra. Foto: Mariana Rodríguez Aguilera / cortesía

“Cuando empezamos los ensayos, de las primeras cosas que hablamos fue que esta obra estaría llena de convenciones escénicas: vamos a jugar para contar esta historia. De hecho hay una imagen que yo sumo, que para mí son las tejedoras de destinos, porque hay una frase también en una de las canciones que habla de una madeja y hay una canción que dice: ¿qué quieres hacer? Y pensé que esta obra no solo está hablando de la sangre que se derrama, sino también de la sangre heredada, del destino dictado y de estas tejedoras de destinos. Y entonces pongo esta imagen en la obra y empiezo a decir, bueno, si están estas tres tejedoras, que estas tres imágenes o estas tres figuras poéticas jueguen también a construir varios personajes”.

Todos los actores permanecen en escena a lo largo de todo el montaje aunque no estén participando activamente. Sin embargo, cumplen una función: remitir a la voz del pueblo, algo que Rogel identificó en la obra de Lorca. “Utilizo una figura de tragedia que hemos visto en las obras de Shakespeare, que viene desde los clásicos griegos, y sentía en esta obra, y me pasa también con la trilogía entera de esta tragedia (las otras dos son Yerma y La casa de Bernarda Alba), que dan la sensación de que tiene que haber un pueblo y tiene que haber unas voces que hacen eco todo el tiempo, un ruido que pesa. Por eso están ahí todo el tiempo presentes, jugando y cambiando escena y haciendo unas voces que les recuerdan a la novia, sobre todo, que no debe irse, que no debe amar a quien ama. También me interesa hacer eco sobre la imagen de la mujer principalmente porque siento que, aunque tratamos de evolucionar mucho como sociedad hacia la figura de la mujer, sigue habiendo muchas limitantes y muchas diferencias entre el ser hombre y ser mujer”.

Sin nombres

Escena de la obra. Foto: Mariana Rodríguez Aguilera / cortesía

Hay algo que llama mucho la atención en Bodas de sangre: los personajes no tienen nombre, salvo uno. “Si tú lees la obra dice La Madre, El Padre, La Mujer de Leonardo, La Novia, El Novio, La Vecina, todos están nombrados así. El único que tiene nombre es Leonardo y no solo tiene nombre, tiene apellido, Leonardo Félix. Y creo que lo pone así también por ser la imagen del deseo, ¿no? Creo que el deseo en esta obra tiene nombre y apellido y lo nombra totalmente Lorca y no es un accidente: lo está haciendo con toda con toda la claridad de decir mira, cuando algo deseamos tiene nombre y apellido y lo demás es un montón de personajes que se mueven alrededor de eso”.

Las implicaciones del personaje recaen en la herencia de la que hablaba Rogel. “Hay un asunto de herencias y de cosas que nos compramos en la vida que está bueno revisar qué tanto es real y qué tanto lo hacemos siguiendo un destino que nos han impuesto. Si le repites a un niño cien veces que es tonto va a creer que es tonto, es lo que es. Pareciera que estos autores que siguen existiendo después de su misma vida, como Lorca, dejan huella por la fuerza que ponen en sus obras, en sus palabras. Eso permite reflexiones, comentarios en muchos en muchos sentidos”.

La música de Bodas de sangre

Escena de la obra. Foto: Mariana Rodríguez Aguilera / cortesía

Una de las copias de Bodas de sangre que tiene Angélica Rogel incluye partituras. Aunque la obra no fue escrita para ser cantada, incluye versos en algunos pasajes. Y la música del final del ejemplar invitaba a una musicalización de la obra con flamenco. “¿Esto a mí en qué me hace eco hoy en día?”, se preguntó la dramaturga. Por eso decidió ubicar esta versión en el noreste de la República Mexicana, donde actualmente la música que hace eco son los corridos tumbados.

A Hans Werner, el compositor de la obra, le pareció increíble. “Esa música –dice Angélica–, si tú la oyes tiene me parece que es el tololoche el que hace un sonido como de un caballo y eso terminó de hacerme sentido. Y en los poemas Lorca habla mucho de la fuerza del caballo y de ahí empezamos a explorar esos sonidos con unos cajones que teníamos, que se habían planteado desde el principio. Y ahí empezó a hacerse todo un juego sonoro que acompaña el montaje y que lo hacen los mismos actores y actrices al momento y me parece que invitan al público a entrar a toda una atmósfera”.

Eso, dice, ayuda a que la obra tenga relevancia actual aunque haya sido escrita hace 100 años. 

Bodas de sangre se presenta viernes a las 20:30 h, sábados a las 19:00 h y domingos a las 18:00 h hasta el 29 de junio en el Foro Sakespeare.

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