Entrevista con Isabel Cristina Fregoso, directora de La arriera: "Las historias de mujeres no son muy vistas en pantalla"

Fotograma de La arriera. Foto: cortesía 

Por Javier Pérez

Las historias de mujeres no son muy vistas en la pantalla, dice Isabel Cristina Fregoso, directora de la película La arriera con la que se inauguraron las actividades del Festival Mix y que actualmente se exhibe en algunas salas del país incluida la Cineteca Nacional, donde se acompaña de una exhibición fotográfica. La trama transcurre en los años 30, en la sierra de Jalisco, donde la adolescente Emilia, adoptada desde pequeña, se trasviste de arriero y emprende un viaje iniciático que va contra las normas sociales.

Esa fue la razón por la que Isabel, cuya carrera más bien había transcurrido en el documental, decidió hacer este largometraje de ficción ubicado en la serranía jalisciense. “¿Entonces cómo logramos que si es un arriero sea una mujer? Es como un tejido que uno va haciendo a partir de hilos de colores que se van tejiendo y encontrando su puntada para construir algo”. 

Además, dice, le encantan los viajes. “La naturaleza es sumamente importante en la película, se convierte en un personaje que está todo el tiempo mostrándonos los sentimientos de los personajes. En este caso, por eso hay mucha agua que refleja las emociones, el fuego y la tierra también están presentes. Y los caballos sin duda también reflejan este viento cuando galopan y esta sensualidad y esta fuerza que tiene la adolescencia, la búsqueda finalmente de cada uno de nosotros”.

Añade: “Esos son los elementos que yo quería, o sea, personajes fuertes que existen en la realidad, contundentes, bien parados, con todo y los miedos que todos atravesamos”.

Los caballos en La arriera 

Fotograma de La arriera. Foto: cortesía 

Sin los caballos, dice Isabel Cristina Fregoso, no habría manera de que la historia de La arriera sucediera. “No era la idea de que estuvieran de adorno nada más, sino que realmente lleven ellos la emoción que están sintiendo los personajes”. 

Hubo trabajo previo antes de cada escena: actores y animales (hay caballos, mulas y un perro) pasaban un rato juntos. “Los caballos tienen esa virtud de que son espejo de nosotros: si tu personaje está triste, y lo actúas con verdad, entonces el caballo va a reaccionar también. Y hay escenas donde ves a Martín ofuscado, enojado, ansioso y el caballo está igual. Nunca tuvimos un problema ni hicimos muchas tomas. Y los caballos también ayudaron a soportar el estrés y en la comunicación. Y son mágicos, yo creo que sí propician un ambiente y una cercanía, un amor, una admiración muy padre”.

Además, hicieron casting de caballos y mulas. Cuando Emilia (Andrea Aldana) huye de su casa y encuentra a un arriero moribundo que le pide llevar algo y traslada a sus mulas, estas no fueron de la zona montañosa, sino que las llevaron de la costa.

La filmación 

Fotograma de La arriera. Foto: cortesía 

La arriera, película de producción nacional, se filmó durante seis semanas, entre octubre y noviembre. Para hacer la escena del río crecido que atraviesa Emilia, tuvieron que armarla con tres ríos distintos, localizados en distintos lugares. “Los ríos, como sabes, ahora ya no son tan caudalosos como antes”. Eso complicó a la producción. Lo mismo que la creación de la lluvia en las escenas de las caídas de los caballos tanto de Emilia como de Martín. “Nada fue casualidad”. Además, también batallaron con las garrapatas. 

–Otro de los personajes que están ahí constantemente, un personaje invisible, es el paisaje sonoro. ¿Cómo trabajaste este elemento en la película?

–Pues todo el tiempo estamos escuchando. A mí por ejemplo, me fascinan las mañanas porque se oyen muchísimo los pájaros y, si pones atención, escuchas que hay una diversidad de pájaros. Y así desde micro insectos hasta animales más grandes como caballos, perros, vacas, todo eso, más todo su entorno que es el agua, el viento, en fin. Y todo eso tiene un impacto en nosotros como espectadores y como humanos. Entonces la idea fue trabajarlo detalladamente con Eric Ruiz, él hizo el sonido directo, yo he trabajado varias veces con él y es un apasionado de su chamba, lo hace con mucha rigurosidad. Y después el diseño sonoro, que también conseguimos un premio en Argentina por este trabajo y lo terminamos en THX, en Churubusco. Es un sonido envolvente, donde todo suena, incluso aunado a la música que te acompañando las emociones y también tiene una voz de la naturaleza. Hay un coro que está presente, que es como las hadas del bosque un poquito. Si queremos darle dimensión a la película, que no sea plana, hay que meter todas estas cosas que existen en la realidad. Y creo que mi trabajo como documental también me acompañó en este proceso con La arriera, porque dentro de esa historia que construíamos de ficción, podía identificar la realidad ahí mismo.

–Tienen convenciones distintas el trabajo documental y la ficción. ¿Cómo te sentiste en este paso?

–Me encantó, a mí me gusta mucho la ficción, ya había hecho un cortito, he hecho varios cortos de ficción también y documental, y me gusta poder moverme en uno y en otro, me apasionan los dos. De hecho ahorita estoy haciendo un documental y bueno, es un crew más chiquito, que eso tiene también lo suyo, es importante porque es más fácil movernos, más ligero diría para tomar decisiones sobre las cosas. En ficción todo se vuelve un poquito más aparatoso y el trasladar a sesenta personas de un lado a otro, hospedarlas, todo eso es muy complejo. O filmar en una ciudad, pues imagínate con un equipo así de grande, pues donde quiera estorbas. Pero a fin de cuentas el lenguaje ese sí es el mismo, tú tienes una cámara, tienes un sonido y es como tu papel y pluma, y eso es lo que vas a tener que consolidar a través de un trabajo audiovisual.


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