RESEÑA: Siembra desasosiego

Por Javier Pérez

La carga simbólica se cierne sobre el espectador desde que accede al Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico para ver Partida, obra en un acto escrita y dirigida por Luis Ayhllón. El piso blanco y descuidado que funciona como escenario alude invariablemente a un proceso de decadencia que en primera instancia refiere a los personajes pero que indefectiblemente, nos daremos cuenta más tarde, conlleva cargas simbólicas sobre una sociedad y un sistema depredadores. Los hombres de traje postrados a los lados del rectángulo marcado para el desarrollo de la puesta en escena lucen visiblemente inquietos, estresados por alguna situación que los aqueja. Casi al fondo, centrada, se ubica una silla de oficina adornada, cual asiento de microbús, con una playera del equipo de futbol Atlante. Hay un teléfono inalámbrico y tres bancos de plástico, que de tan sucios han dejado el color blanco convirtiéndolo en un cochambroso tono grisáceo. Zúñiga (el veteranazo Miguel Flores dándolo todo con expresión cansina), en traje café y corbata amarilla, y Lucas (Alfonso Cárcamo, enfermizo, rayando en problemas mentales), en traje gris y corbata en un vistozo azul metálico, comienzan los diálogos desaforadamente, en pugna por lo que, nos enteramos, es la lucha descarnada por el único puesto de agente aduanero que quedará en la oficina que se desmantela. Entonces aparece Mendieta (Juan Carlos Vives), el jefe que con aire de suficiencia va hablando por separado con cada uno, sembrando dudas y metiendo cizaña, demostrando que su puesto no se lo debe al juego limpio. De hecho, es esta competencia desleal sin cortapisas morales la que regirá la trama, la que sostendrá el desarrollo. Pero el afán simbólico, apoyado en un diseño de espacio e iluminación que alude a la precariedad (por cortesía de Mario Eduardo D’ León), es también contraproducente: la repetición en la manera de hacer los enlaces entre escenas (cortinilla musical y movimiento de personajes con banco en mano) resulta cansada y molesta, pero no en el sentido que quizá buscaron el director y sus creativos (mostrar la fatigosa y aberrante repetición de la realidad), sino que genera distracción. La sensación de vacío, sin embargo, se acentúa con el final ambiguo que siembra, además, cierto desasosiego.

Partida. Foro La Gruta, Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn). Martes a las 20:30 horas. $150.

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